Bancos contra cajas
20 minutos / 19.07.2005
Los grandes grupos económicos y financieros acostumbran a hacer gala de su liberalismo, defienden sus ventajas para el progreso social y lo predican a los cuatro vientos para que cunda el ejemplo y nos convenzamos de lo bien que nos irá todo si ellos siguen ganando mucho dinero. Pero el problema se plantea cuando sus beneficios caen, la competencia les toma la delantera y dejan de ser los reyes del cotarro. Entonces, y sólo entonces, les asalta la duda. El sistema ya no funciona. Las leyes no les valen. Y exigen cambios que les garanticen sus antiguos privilegios.
En esa tesitura está la banca española tras denunciar en un informe ante la Comisión Europea la sobreprotección legal de que gozan las cajas de ahorro en nuestro país. Su principal queja es que mientras éstas pueden comprar bancos –y lo han hecho a veces–, ellos no pueden comprar cajas. Claro que ese lamento se plantea justo ahora, cuando las cajas les han recortado buena parte de su negocio: hace cinco años tenían el 42% de los préstamos concedidos en España, pero hoy –tras un crecimiento espectacular– ya superan a la banca con el 50,6%. Además, han abierto más de 3.000 oficinas, casi tantas como han cerrado los bancos.
En su denuncia a la Comisión Europea, la banca concluye que, de continuar así, el sector financiero europeo estará perdiendo una excelente oportunidad de ahorrar costes y mejorar sus resultados (o sea, de ganar más dinero). Nada dicen de si esos cambios que reclaman con tanto ahínco ayudarán a mejorar el servicio que ofrecen a sus clientes, a cobrarnos menos comisiones, a rebajar sus mil y una exigencias para concedernos un préstamo y a mejorar las condiciones para poder pagarlos. Nada. ¿Para qué?
Los grandes grupos económicos y financieros acostumbran a hacer gala de su liberalismo, defienden sus ventajas para el progreso social y lo predican a los cuatro vientos para que cunda el ejemplo y nos convenzamos de lo bien que nos irá todo si ellos siguen ganando mucho dinero. Pero el problema se plantea cuando sus beneficios caen, la competencia les toma la delantera y dejan de ser los reyes del cotarro. Entonces, y sólo entonces, les asalta la duda. El sistema ya no funciona. Las leyes no les valen. Y exigen cambios que les garanticen sus antiguos privilegios.
En esa tesitura está la banca española tras denunciar en un informe ante la Comisión Europea la sobreprotección legal de que gozan las cajas de ahorro en nuestro país. Su principal queja es que mientras éstas pueden comprar bancos –y lo han hecho a veces–, ellos no pueden comprar cajas. Claro que ese lamento se plantea justo ahora, cuando las cajas les han recortado buena parte de su negocio: hace cinco años tenían el 42% de los préstamos concedidos en España, pero hoy –tras un crecimiento espectacular– ya superan a la banca con el 50,6%. Además, han abierto más de 3.000 oficinas, casi tantas como han cerrado los bancos.
En su denuncia a la Comisión Europea, la banca concluye que, de continuar así, el sector financiero europeo estará perdiendo una excelente oportunidad de ahorrar costes y mejorar sus resultados (o sea, de ganar más dinero). Nada dicen de si esos cambios que reclaman con tanto ahínco ayudarán a mejorar el servicio que ofrecen a sus clientes, a cobrarnos menos comisiones, a rebajar sus mil y una exigencias para concedernos un préstamo y a mejorar las condiciones para poder pagarlos. Nada. ¿Para qué?
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