Desequilibrio exterior
20 minutos / 17.05.2005
La economía de un país no es muy diferente a la de una familia o una empresa. Si se gasta más de lo que se gana, va mal. Si se destina a compras más de lo que se ingresa por las ventas, también. Aunque la economía española parece estar bastante saneada en cuanto a los gastos y los ingresos, la cosa funciona algo peor en el balance entre lo que compra del exterior –lo que importa– y lo que vende a otros países –lo que exporta–. Esa relación es lo que se conoce como balanza comercial, que en el caso de España presenta un saldo negativo preocupante y creciente. Los últimos datos conocidos ayer muestran que en los dos primeros meses de este año gastamos en importaciones 9.000 millones de euros más de los que ingresamos por las exportaciones. Un 50% más que hace tan sólo un año.
Es el síntoma más rotundo de la pérdida de competitividad que han sufrido nuestras empresas, una enfermedad causada por la apreciación del euro en los últimos meses y el elevado índice de precios que soportan (un punto por encima de la media europea). Pero también por la escasa dedicación de recursos empresariales a investigación e innovación tecnológica.
Si fabricamos aquí exactamente lo mismo que en China, Marruecos o la Europa del Este –sean coches, motos, ropa o cualquier otra cosa–, pero un 40% más caro, no tenemos nada que hacer. Las empresas españolas sólo podrán vender más al exterior y competir si sus productos tienen algo añadido, ya sea diseño, tecnología o cualquier otro elemento diferencial. Hay un plan de competitividad en marcha que, aunque insuficiente, puede sentar las bases de ese cambio. Démonos prisa si queremos que nuestras empresas, y nuestros empleos, tengan futuro.
La economía de un país no es muy diferente a la de una familia o una empresa. Si se gasta más de lo que se gana, va mal. Si se destina a compras más de lo que se ingresa por las ventas, también. Aunque la economía española parece estar bastante saneada en cuanto a los gastos y los ingresos, la cosa funciona algo peor en el balance entre lo que compra del exterior –lo que importa– y lo que vende a otros países –lo que exporta–. Esa relación es lo que se conoce como balanza comercial, que en el caso de España presenta un saldo negativo preocupante y creciente. Los últimos datos conocidos ayer muestran que en los dos primeros meses de este año gastamos en importaciones 9.000 millones de euros más de los que ingresamos por las exportaciones. Un 50% más que hace tan sólo un año.
Es el síntoma más rotundo de la pérdida de competitividad que han sufrido nuestras empresas, una enfermedad causada por la apreciación del euro en los últimos meses y el elevado índice de precios que soportan (un punto por encima de la media europea). Pero también por la escasa dedicación de recursos empresariales a investigación e innovación tecnológica.
Si fabricamos aquí exactamente lo mismo que en China, Marruecos o la Europa del Este –sean coches, motos, ropa o cualquier otra cosa–, pero un 40% más caro, no tenemos nada que hacer. Las empresas españolas sólo podrán vender más al exterior y competir si sus productos tienen algo añadido, ya sea diseño, tecnología o cualquier otro elemento diferencial. Hay un plan de competitividad en marcha que, aunque insuficiente, puede sentar las bases de ese cambio. Démonos prisa si queremos que nuestras empresas, y nuestros empleos, tengan futuro.
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