Patinazo de las Bolsas
20 minutos / 19.04.05
La caída de Wall Street el viernes pasado arrastró ayer a todos los mercados de valores del mundoLas Bolsas de todo el mundo vivieron ayer las pérdidas más espectaculares de los últimos años. La razón hay que buscarla en el notable descenso que la Bolsa de Nueva York registró el pasado viernes. Una nueva demostración de que cualquier estornudo de Wall Street, una de las principales referencias de los inversores internacionales, provoca un resfriado en el resto del planeta. La culpa fue de las malas cifras de paro, el descenso de la confianza de los consumidores y los pobres resultados empresariales en los Estados Unidos. Un destacado experto ya había advertido que la Bolsa norteamericana «patinaba sobre una fina capa de hielo».
Si bien el hielo parece aguantar, la Bolsa ha patinado y ha contagiado su pesimismo al resto del mundo. Los inversores han decidido vender sus acciones masivamente antes de que puedan sufrir una bajada más importante. Y es esa decisión la que ha provocado, a su vez, la caída de todas las Bolsas. Las noticias a este lado del Atlántico tampoco invitan al optimismo: el crecimiento en Europa sigue dando síntomas de debilidad, y la inflación se resiste a bajar por el precio del petróleo (aunque se haya moderado) y de un euro que afloja.
El desplome de la Bolsa afecta aquí a miles de familias que en los últimos años han elegido los mercados de valores como destino de sus ahorros, ya sea invirtiendo directamente en empresas que cotizan, o, indirectamente, a través de fondos de inversión (suman unos 170.000 millones de euros), que a su vez compran acciones de esas mismas empresas. Unos y otros son desde ayer un poco más pobres, aunque lo bueno de la Bolsa es que después de una bajada suele venir una subida. El problema es saber cuándo será.
La caída de Wall Street el viernes pasado arrastró ayer a todos los mercados de valores del mundoLas Bolsas de todo el mundo vivieron ayer las pérdidas más espectaculares de los últimos años. La razón hay que buscarla en el notable descenso que la Bolsa de Nueva York registró el pasado viernes. Una nueva demostración de que cualquier estornudo de Wall Street, una de las principales referencias de los inversores internacionales, provoca un resfriado en el resto del planeta. La culpa fue de las malas cifras de paro, el descenso de la confianza de los consumidores y los pobres resultados empresariales en los Estados Unidos. Un destacado experto ya había advertido que la Bolsa norteamericana «patinaba sobre una fina capa de hielo».
Si bien el hielo parece aguantar, la Bolsa ha patinado y ha contagiado su pesimismo al resto del mundo. Los inversores han decidido vender sus acciones masivamente antes de que puedan sufrir una bajada más importante. Y es esa decisión la que ha provocado, a su vez, la caída de todas las Bolsas. Las noticias a este lado del Atlántico tampoco invitan al optimismo: el crecimiento en Europa sigue dando síntomas de debilidad, y la inflación se resiste a bajar por el precio del petróleo (aunque se haya moderado) y de un euro que afloja.
El desplome de la Bolsa afecta aquí a miles de familias que en los últimos años han elegido los mercados de valores como destino de sus ahorros, ya sea invirtiendo directamente en empresas que cotizan, o, indirectamente, a través de fondos de inversión (suman unos 170.000 millones de euros), que a su vez compran acciones de esas mismas empresas. Unos y otros son desde ayer un poco más pobres, aunque lo bueno de la Bolsa es que después de una bajada suele venir una subida. El problema es saber cuándo será.
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