La sanidad está malita
20 minutos / 13.09.2005
La sanidad está enferma. Después de muchos años de estirar más el brazo que la manga, sufre una grave dolencia que se traduce en un déficit galopante: entre 5.000 y 7.000 millones de euros. Con este panorama, el Gobierno y las autonomías se volverán a reunir hoy, tras la frustrante cumbre de presidentes del sábado pasado, para acordar la nueva financiación sanitaria. La fórmula propuesta contempla una aportación del Estado de unos 3.000 millones y subidas de los impuestos del tabaco, el alcohol, la luz y la gasolina como vía para recaudar parte del dinero que se necesita para enjuagar el dichoso déficit.
O sea, una vez más serán nuestros bolsillos los que acaben sufragando el dispendio derivado de la mala gestión de nuestros políticos. Y no se trata ya de pagar o no pagar impuestos, sino de que lo mínimo que podemos esperar de ellos es que administren los recursos públicos con sentido común. Sólo hay que ver adónde ha ido a parar el dinero para darse cuenta de que las cosas se podían haber hecho mucho mejor. La compra de material sanitario y el gasto farmacéutico han sido las partidas que más han crecido. La Seguridad Social pagó el 90% de los 10.000 millones de euros que los laboratorios ingresaron en 2004, más de la mitad en Andalucía, Cataluña, la Comunidad Valenciana y Madrid.
La gestión coordinada de las compras y la reducción del gasto farmacéutico, con una apuesta real y decidida por los medicamentos genéricos, serían un excelente freno a tanto derroche. Y ya puestos, ¿por qué no les cobramos también un impuesto a las empresas farmacéuticas? Así todos colaboraríamos al sustento de ese bien imprescindible en esta teórica sociedad nuestra del bienestar que es la sanidad.
La sanidad está enferma. Después de muchos años de estirar más el brazo que la manga, sufre una grave dolencia que se traduce en un déficit galopante: entre 5.000 y 7.000 millones de euros. Con este panorama, el Gobierno y las autonomías se volverán a reunir hoy, tras la frustrante cumbre de presidentes del sábado pasado, para acordar la nueva financiación sanitaria. La fórmula propuesta contempla una aportación del Estado de unos 3.000 millones y subidas de los impuestos del tabaco, el alcohol, la luz y la gasolina como vía para recaudar parte del dinero que se necesita para enjuagar el dichoso déficit.
O sea, una vez más serán nuestros bolsillos los que acaben sufragando el dispendio derivado de la mala gestión de nuestros políticos. Y no se trata ya de pagar o no pagar impuestos, sino de que lo mínimo que podemos esperar de ellos es que administren los recursos públicos con sentido común. Sólo hay que ver adónde ha ido a parar el dinero para darse cuenta de que las cosas se podían haber hecho mucho mejor. La compra de material sanitario y el gasto farmacéutico han sido las partidas que más han crecido. La Seguridad Social pagó el 90% de los 10.000 millones de euros que los laboratorios ingresaron en 2004, más de la mitad en Andalucía, Cataluña, la Comunidad Valenciana y Madrid.
La gestión coordinada de las compras y la reducción del gasto farmacéutico, con una apuesta real y decidida por los medicamentos genéricos, serían un excelente freno a tanto derroche. Y ya puestos, ¿por qué no les cobramos también un impuesto a las empresas farmacéuticas? Así todos colaboraríamos al sustento de ese bien imprescindible en esta teórica sociedad nuestra del bienestar que es la sanidad.
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