Virgencita, virgencita
Andan el Gobierno, los sindicatos y los empresarios intentando ponerse de acuerdo para decidir qué reforman del mercado laboral. Pero la cosa pinta bastante mal. El líder de la CEOE, el patrón de patronos, José María Cuevas, confiesa en voz alta que sus planteamientos están más cerca de los del Ejecutivo de Zapatero que de los sindicatos. Faltaría más.
Y añade que su oferta para convertir contratos temporales en fijos a cambio de reducir la indemnización por despido –es decir, los días que el trabajador tiene derecho a cobrar por año trabajado en caso de que lo pongan de patitas en la calle– es tan inmejorable que no entiende cómo es tan denostada por las centrales sindicales. Según él, con este nuevo marco legal cinco millones de trabajadores «temporales» podrían pasar a ser «indefinidos», o mejor dicho «relativamente indefinidos», puesto que habría menos impedimentos para que dejaran de serlo. Claro que no le falta razón cuando dice que peor que ahora no estarían.
El Gobierno dice en público que espera que haya acuerdo, aunque parece claro que hay una serie de medidas que está decidido a tomar y que se convertirán en ley, con o sin el beneplácito de los agentes sociales. La duda es si su evidente debilidad le permitirá llegar tan lejos como se propone. Ante la posibilidad de que no haya acuerdo, el jefe de la patronal ha recurrido al socorrido «Virgencita, virgencita, que me quede como estoy», y prefiere que no se toque ni una coma de lo que hay... será porque tampoco les debe ir muy mal así.
Que hay que combatir la temporalidad es un hecho irrebatible, y todas las partes coinciden en ese objetivo: no puede ser que España tenga una temporalidad casi tres veces superior a la europea. Pero no parece que esa fórmula mágica que defienden los patronos y gusta al Gobierno convenza a los trabajadores.