Tuesday, November 22, 2005

Virgencita, virgencita

20 minutos/22.11.05
Andan el Gobierno, los sindicatos y los empresarios intentando ponerse de acuerdo para decidir qué reforman del mercado laboral. Pero la cosa pinta bastante mal. El líder de la CEOE, el patrón de patronos, José María Cuevas, confiesa en voz alta que sus planteamientos están más cerca de los del Ejecutivo de Zapatero que de los sindicatos. Faltaría más.

Y añade que su oferta para convertir contratos temporales en fijos a cambio de reducir la indemnización por despido –es decir, los días que el trabajador tiene derecho a cobrar por año trabajado en caso de que lo pongan de patitas en la calle– es tan inmejorable que no entiende cómo es tan denostada por las centrales sindicales. Según él, con este nuevo marco legal cinco millones de trabajadores «temporales» podrían pasar a ser «indefinidos», o mejor dicho «relativamente indefinidos», puesto que habría menos impedimentos para que dejaran de serlo. Claro que no le falta razón cuando dice que peor que ahora no estarían.

El Gobierno dice en público que espera que haya acuerdo, aunque parece claro que hay una serie de medidas que está decidido a tomar y que se convertirán en ley, con o sin el beneplácito de los agentes sociales. La duda es si su evidente debilidad le permitirá llegar tan lejos como se propone. Ante la posibilidad de que no haya acuerdo, el jefe de la patronal ha recurrido al socorrido «Virgencita, virgencita, que me quede como estoy», y prefiere que no se toque ni una coma de lo que hay... será porque tampoco les debe ir muy mal así.

Que hay que combatir la temporalidad es un hecho irrebatible, y todas las partes coinciden en ese objetivo: no puede ser que España tenga una temporalidad casi tres veces superior a la europea. Pero no parece que esa fórmula mágica que defienden los patronos y gusta al Gobierno convenza a los trabajadores.

Tuesday, November 15, 2005

PIB, PIB, ¿hurra?

20 minutos/15-11-05
Los datos económicos dieron ayer un respiro al Gobierno tras unos días (y semanas) de mucho ajetreo y de recibir palos por todas partes en forma de huelgas, manifestaciones o cargas de profundidad de la oposición. La economía española parece que acelera suavemente: el Producto Interior Bruto (PIB) creció a un ritmo del 3,5% anual en el tercer trimestre, una décima más que el anterior, según el avance de una estadística oficial que conoceremos al detalle la semana que viene. La cifra, que el Banco de España ya pronosticó a principios de este mes, es muy superior a la media de la zona euro (1,1%) y a la de la mayoría de las economías europeas. El ministerio de Economía se muestra satisfecho y destaca la levísima mejora de nuestro maltrecho sector exterior –donde las importaciones aún superan de largo a las exportaciones– y el frenazo del consumo de las familias, que andaba disparado. El que no se consuela es porque no quiere.


En este contexto, cada vez son más la voces que reclaman un cambio en el modelo de crecimiento económico español, demasiado dependiente del gasto de las familias y poco de la inversión, con un claro déficit de competitividad en el exterior, y sobrevalorado por la escalada imparable del precio de la vivienda. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. Y cuanto antes nos pongamos manos a la obra, mejor.

La marcha económica de un país no puede estar en manos de los especuladores o de los derrochadores. Hacen falta unas bases más serias y rigurosas sobre las cuales cimentar el crecimiento para que sea sólido y se traduzca en empleo y bienestar. Habrá que ver si los Presupuestos Generales del Estado para 2006 confirman su voluntad de instaurar ese nuevo modelo que, según el Gobierno, debe basarse cada vez más en la innovación tecnológica, la productividad y la calidad y diferenciación de productos.