Tuesday, February 22, 2005

Bancos y cajas de peaje

20 minutos / 22.02.05
¡Qué tiempos aquellos en los que nuestros abuelos guardaban sus (más bien escasos) ahorros en el colchón o bajo una losa de la cocina! Más de uno se está planteando recuperar esa sabia tradición a la vista de lo que nos sacan las entidades financieras en comisiones. Cada día es más caro tener dinero. Cada vez nos cobran más por servicios hasta hace poco gratuitos.
Y la cosa no queda aquí. Bancos y cajas no sólo lo consideran más que justificado, sino que están buscando cómo poder ingresar más. La propuesta del Banco Popular para cobrar a sus clientes por sacar dinero de sus propios cajeros –aparcada por el momento tras la indignación que suscitó– es el intento más reciente. Pero en un entorno de bajos tipos de interés, que no les deja margen de maniobra para aumentar sus beneficios con el negocio bancario típico (dejar dinero a un precio superior al que lo consigue), y con una Bolsa que no les permite obtener los sustanciosos beneficios de antaño, unos y otras han convertido las comisiones en su tabla de salvación. Debemos pagar ‘peaje’ por abrir una simple cuenta corriente, hacer transferencias, disponer de dinero del cajero automático, contratar un fondo de inversión o un plan de pensiones, utilizar una tarjeta de crédito, cobrar un cheque o pedir un préstamo (incluso aunque no nos lo concedan).
Basten algunos datos para constatarlo: en siete años bancos y cajas han duplicado sus ingresos por comisiones, que ya representan casi un tercio de su negocio, y en el caso de algunas entidades financieras estos ingresos incluso han llegado a superar los beneficios totales obtenidos a lo largo del año .
Mientras, sólo le queda quejarse de que las comisiones se aplican sin la transparencia debida y no mejoran la calidad del servicio que recibe o negociarlas con su banco. Si puede, claro.

Wednesday, February 16, 2005

Terra a la vista

20 minutos / 15.02.05
Lo confieso. Durante algunos días tuve mucha envidia de un colega que compró acciones de Terra en noviembre de 1999. Primero, cuando, al día siguiente de empezar a cotizar, duplicaron su valor. Luego, al alcanzar su máximo histórico de 157 euros por acción , curiosamente el 14 de febrero de 2000. Justo cinco años después de aquel día de San Valentín no puedo estar más feliz y ahora es él quien desearía estar en mi lugar.
La fiebre de las empresas de Internet, las llamadas «puntocom», disparó artificialmente el valor bursátil de la filial de Telefónica hasta convertirla en una de las diez principales de la Bolsa española. Pero la fiebre se cura, y el descenso de temperatura pilló a Terra en plena digestión de la norteamericana Lycos, que había comprado en mayo de 2000 por 13.900 millones de euros (y que ahora acaba de vender por 440). Era la época en que el anterior presidente de Telefónica, Juan Villalonga, trataba de tú a los tiburones de Wall Street.
Pero los tiempos cambian y Terra se había convertido en una máquina de perder dinero. Por eso Telefónica planteó ayer una oferta a los accionistas de su filial (dos acciones suyas por nueve de Terra) para absorberla y, según los expertos, que deje de cotizar. Pero las pérdidas también han afectado a multitud de accionistas particulares que, como mi colega, compraron sus acciones en una cacareada salida a Bolsa a poco más de 11 euros. Y no hablemos ya de los que las adquirieron cuando cotizaban en niveles estratosféricos. Los unos y los otros recibirán poco más de 3 euros por acción. A esa cantidad sumarán los 2 euros de dividendo que Terra les entregó el pasado año, quizá para «celebrar» que no salía de sus números rojos y que despidió a más de 100 empleados. Todos ellos esperan que algún organismo regulador o, si se tercia, la justicia, se tomen la molestia de compensarlos o, como mínimo, hagan que alguien les pida perdón.

Tuesday, February 08, 2005

Pero aquí ¿quién manda?

20 minutos / 08.02.2005
Los Estados pintan cada vez menos en esto de la economía mundial globalizada. La reunión del fin de semana de los siete países más industrializados del mundo –agrupados en el G-7– fue una nueva prueba de ello. Los EE UU, Japón, Alemania, Italia, el Reino Unido, Francia y Canadá se reunían históricamente para ver cómo iba la cosa, identificar problemas y buscar soluciones. Pero cada vez hay más de lo primero, menos de lo segundo y casi nada de lo tercero. De hecho, una de las cuestiones fundamentales que tiene en vilo a los mercados internacionales, la debilidad del dólar, quedó expresamente fuera de la agenda de esta última cita. Aparentemente para evitar que un posicionamiento de este selecto club empeorara la situación.
De nada ha servido que Rusia, la UE y ahora China se hayan ido incorporando a sus debates.
La prueba más evidente es que mientras los socios del mundo rico discutían si perdonaban la deuda a los países pobres, una simple declaración del presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, servía para fortalecer la divisa norteamericana. En vista de lo cual algunos se preguntarán, no sin una buena parte de razón, de qué sirve el G-7 y quién manda aquí. Pues, cada vez más, los grandes fondos de capital que invierten por todo el mundo el dinero de los fondos de pensiones (de los jubilados de los EE UU), de universidades (norteamericanas, claro) o familias adineradas (muy adineradas, por supuesto). ¿O no se acuerdan ya de un tal Georges Soros?

Tuesday, February 01, 2005

Banqueros al banquillo

20 minutos / 01.02.2005
Estos días, el mundo financiero no vive sólo pendiente de los mercados de divisas ni de la marcha de la Bolsa, sino que además tiene la vista puesta en los juzgados.El presidente del SCH, Emilio Botín, se sienta desde ayer en el banquillo de los acusados por los más de 150 millones de euros en jubilaciones que pagó a los dos máximos responsables del Central Hispano cuando lo compró para fusionarlo con el Santander en 1999.
Cinco años antes, en abril de 1994, Botín ya se había hecho con el Banesto, después de haber sido intervenido por el Banco de España –el día de los inocentes de 1993– a causa de unas irregularidades que llevaron a la cárcel a su presidente, el hasta entonces admirado Mario Conde, y a algunos de sus colaboradores.
Entre ellos estaba Rafael Pérez Escolar, un vicepresidente de Banesto que fue condenado a seis años de prisión en 2000 por estafa y apropiación indebida. En 2002 el Supremo le aumentó la pena a diez años. Desde entonces ha impulsado una treintena de litigios judiciales contra Botín y el Santander, trece de los cuales han sido desestimados o sobreseídos, y siete archivados. Y ha sido él quien ha promovido la acusación contra Botín, en este caso aduciendo que el pago de esas jubilaciones perjudicó a los accionistas. El primer banquero del país declinó ayer responder a sus acusadores, ya que considera que sólo buscan venganza por haberse quedado en su día con Banesto.
Botín negó durante el juicio que esas jubilaciones multimillonarias fueran un «premio» para allanar la compra del BCH, y aseguró que lo volvería a hacer. Hay quien defiende que se trata de una decisión del consejo de administración del Santander aprobada por los accionistas, por lo que no ven que la justicia tenga nada que decir en el asunto. De hecho, el fiscal ha pedido reiteradamente el archivo de la causa.