La OPA, a todo gas
Cuesta creer que la compra de Endesa por
Gas Natural pueda ser buena para la competencia.
La suma de las dos compañías dará como resultado un potente grupo energético español con capacidad para resistir posibles tentativas de control por parte de empresas extranjeras, en un sector estratégico para nuestra economía, y para proseguir la expansión iniciada ya por ambas en Europa y sobretodo en Latinoamérica, donde tienen ya casi tantos clientes como aquí. Es decir, que en el plano macroeconómico se puede considerar una operación favorable.
Para los clientes, la cosa está menos clara, pese a que las condiciones impuestas por el Gobierno a Gas Natural y aceptadas por la empresa gasista intentan salvaguardar la competencia en un sector donde ésta brilla por su ausencia. Tres años después de la supuesta liberalización, muy pocas familias han cambiado de suministrador, básicamente por el lío burocrático que supone y el mínimo ahorro que pueden obtener (de 20 a 40 euros anuales, según diversos estudios). Desde el punto de vista microeconómico, cuesta creer que de la unión entre la eléctrica que controla el 60% del mercado español –casi el 100% en las autonomías donde está implantada– y la firma que tiene cerca del 80% de los clientes de gas del país pueda nacer una empresa que ayude a reducir los precios y a mejorar la calidad del servicio.